Trono y centro del mundo

Se ha dicho de Toledo que debe parte de su gloria a que es imposible averiguar su antigüedad. Seguramente hay pocas ciudades en España que puedan vanagloriarse de un origen tan remoto. Pero hay también pocas cuya historia haya sido mezclada con fábulas tan ridículas. Unos han pretendido que vinieron los judíos a establecerse en ella después de la cautividad de Babilonia. Otros atribuyen su fundación a Hércules o también a Túbal, hijo de Caín, que se estableció allí ciento cuarenta y tres años, ni uno más ni uno menos, después del diluvio universal.
Los antiguos historiadores españoles cuentan toda clase de fábulas con motivo de la antigüedad de su país; según ellos, entre los primeros príncipes que gobernaron la Península figuran personajes fabulosos como Caco, Hércules el Grande, Osiris, Atlas y otros cuya existencia es, cuando menos, problemática. Estas son las fábulas que hicieron decir burlonamente a un escritor, el abate de Vayrac, que los historiadores consideraban a Adán el primer rey de Toledo y que, según ellos, el sol, desde que fue creado, se había elevado por encima de la ciudad, que era el trono y el centro del mundo.

Charles Davillier. Viaje por España (1862) 




 



 
 





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