Apacible río,
venturoso Tajo,
que por la ancha vega
te deslizas manso,
detén tu corriente,
retarda tu paso,
y de estos jardines
goza los halagos.
Mira que en Toledo
te están aguardando
armados de furia
desnudos peñascos,
que romper desean
tus cristales claros.
¿A qué te apresuras
por ir a encontrarlos?
Detente, detente;
¿no ves cuán lozanos
los olmos pomposos,
los tilos y lauros
sus hojas te ofrecen,
te tienden sus ramos,
de sombra te cubren,
te brindan descanso?
Ángel Saavedra, Duque de Rivas. Romance corto (1819)
venturoso Tajo,
que por la ancha vega
te deslizas manso,
detén tu corriente,
retarda tu paso,
y de estos jardines
goza los halagos.
Mira que en Toledo
te están aguardando
armados de furia
desnudos peñascos,
que romper desean
tus cristales claros.
¿A qué te apresuras
por ir a encontrarlos?
Detente, detente;
¿no ves cuán lozanos
los olmos pomposos,
los tilos y lauros
sus hojas te ofrecen,
te tienden sus ramos,
de sombra te cubren,
te brindan descanso?
Ángel Saavedra, Duque de Rivas. Romance corto (1819)
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