Perderán el tiempo quienes, seducidos por la contemplación de tanta grandeza como encerró esta ciudad en el recinto de sus hoy carcomidas murallas, pretendan seguir en la actual las huellas y el ejemplo de los historiadores de otras edades, para investigar los orígenes y conocer la fecha de la fundación de Toledo. ¿Qué nos importan las noticias y el nombre de las gentes que buscaron primitivamente asiento en aquellas enriscadas alturas, a la orilla del río poderoso que las rodea y fertiliza su Vega renombrada? ¿Qué timbre de gloria añadirá a los por ella conseguidos, el conocimiento de la fecha de su fundación, y el de la raza a que pertenecían aquellos, cuando no ha quedado rastro de sus existencia, y si el testimonio vive, permanece oculto, revuelto y confundido con tantos otros que guarda en las entrañas de la rocosa eminencia, o yacen entre el légamo del Tajo?
Casas y calles en contraste
Desde luego, se ve que sus habitantes hacían una vida diferente en un todo de la de los pueblos modernos: vida interior y recogida en lo íntimo de las familias y con muy escasa comunicación con los extraños. Así, las casas que no se han reformado, que es la mayor parte, son grandes y espaciosas y con anchos y hermosos patios interiores; pero su aspecto exterior es en extremo desagradable. Apenas tienen luces o ventanas a la calle; las que tienen son altas, estrechas y enrejadas que se conoce haber sido abiertas más bien para la luz y la ventilación que para disfrutar desde ellas la vista de las calles y el movimiento popular, que tanto placer nos causa en la actualidad. Reunido esto, añade, a la naturaleza del piso de Toledo, fabricado en las pendientes de una colina, resultan sus calles estrechas, tuertas, oscuras y empinadas, y sin más ornato que la portada de alguna casa particular notable o la fachada de algún templo o de algún edificio moderno. Este aspecto desagradable en sí, y que lo parece mucho más por lo desusado, hace un contraste singularísimo con lo amplio, espacioso y alegre de las casas: es el reverso de los pueblos modernos, donde las calles, por lo general alegres y cómodas, y las casas estrechas, tristes y mezquinas.
Circo Máximo de la Vega
Se ven hoy en la Vega de Toledo las ruinas de un edificio de piedra menuda y cal, tan unidos los materiales que está hecho un cuerpo sólido fortísimo; tanto, que la injuria de los tiempos no lo ha deshecho del todo.
Estas ruinas indican haber sido lo primitivo un gran anfiteatro para juegos, espectáculos o ejercicios militares de a caballo o en carros.
Al todo de estas ruinas llaman en Toledo el Circo Máximo de la Vega. Y es común opinión (entre los que saben algo) fue tal anfiteatro del tiempo de los romanos, y que allí cerca tuvieron un templo dedicado a una deidad.
Francisco de Santiago y Palomares. Carta al P. Esteban de Terreros. 27 septiembre 1748
Estas ruinas indican haber sido lo primitivo un gran anfiteatro para juegos, espectáculos o ejercicios militares de a caballo o en carros.
Al todo de estas ruinas llaman en Toledo el Circo Máximo de la Vega. Y es común opinión (entre los que saben algo) fue tal anfiteatro del tiempo de los romanos, y que allí cerca tuvieron un templo dedicado a una deidad.
Francisco de Santiago y Palomares. Carta al P. Esteban de Terreros. 27 septiembre 1748
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