¿Qué nos importan...?

Perderán el tiempo quienes, seducidos por la contemplación de tanta grandeza como encerró esta ciudad en el recinto de sus hoy carcomidas murallas, pretendan seguir en la actual las huellas y el ejemplo de los historiadores de otras edades, para investigar los orígenes y conocer la fecha de la fundación de Toledo. ¿Qué nos importan las noticias y el nombre de las gentes que buscaron primitivamente asiento en aquellas enriscadas alturas, a la orilla del río poderoso que las rodea y fertiliza su Vega renombrada? ¿Qué timbre de gloria añadirá a los por ella conseguidos, el conocimiento de la fecha de su fundación, y el de la raza a que pertenecían aquellos, cuando no ha quedado rastro de sus existencia, y si el testimonio vive, permanece oculto, revuelto y confundido con tantos otros que guarda en las entrañas de la rocosa eminencia, o yacen entre el légamo del Tajo?

Rodrigo Amador de los Ríos. Monumentos arquitectónicos de España: Toledo (1905)













Casas y calles en contraste

Desde luego, se ve que sus habitantes hacían una vida diferente en un todo de la de los pueblos modernos: vida interior y recogida en lo íntimo de las familias y con muy escasa comunicación con los extraños. Así, las casas que no se han reformado, que es la mayor parte, son grandes y espaciosas y con anchos y hermosos patios interiores; pero su aspecto exterior es en extremo desagradable. Apenas tienen luces o ventanas a la calle; las que tienen son altas, estrechas y enrejadas que se conoce haber sido abiertas más bien para la luz y la ventilación que para disfrutar desde ellas la vista de las calles y el movimiento popular, que tanto placer nos causa en la actualidad. Reunido esto, añade, a la naturaleza del piso de Toledo, fabricado en las pendientes de una colina, resultan sus calles estrechas, tuertas, oscuras y empinadas, y sin más ornato que la portada de alguna casa particular notable o la fachada de algún templo o de algún edificio moderno. Este aspecto desagradable en sí, y que lo parece mucho más por lo desusado, hace un contraste singularísimo con lo amplio, espacioso y alegre de las casas: es el reverso de los pueblos modernos, donde las calles, por lo general alegres y cómodas, y las casas estrechas, tristes y mezquinas.


 Pedro José Pidal. Recuerdos de un viaje a Toledo (1842) 








Circo Máximo de la Vega

Se ven hoy en la Vega de Toledo las ruinas de un edificio de piedra menuda y cal, tan unidos los materiales que está hecho un cuerpo sólido fortísimo; tanto, que la injuria de los tiempos no lo ha deshecho del todo.
Estas ruinas indican haber sido lo primitivo un gran anfiteatro para juegos, espectáculos o ejercicios militares de a caballo o en carros.
Al todo de estas ruinas llaman en Toledo el Circo Máximo de la Vega. Y es común opinión (entre los que saben algo) fue tal anfiteatro del tiempo de los romanos, y que allí cerca tuvieron un templo dedicado a una deidad.

Francisco de Santiago y Palomares. Carta al P. Esteban de Terreros. 27 septiembre 1748