Una voz extraña

Vagaba una tarde por las estrechas calles de la imperial ciudad con mi carpeta de dibujo debajo del brazo, cuando sentí que una voz como un inmenso suspiro pronunciaba a mi lado vagas y confusas palabras; me volví apresuradamente y cuál no sería mi asombro al encontrarme completamente solo en la estrecha calleja. Y, sin embargo, indudablemente una voz, una voz extraña, mezcla de lamento, voz de mujer sin duda, había sonado a pocos pasos de donde yo estaba. Cansado de buscar inútilmente la boca que a mi espalda había lanzado su confusa queja, y habiendo ya sonado el Ángelus en el reloj de un cercano convento, me dirigí a la posada que me servía de refugio en las interminables horas de la noche.

Gustavo Adolfo Bécquer. La voz del silencio (1862)

















Para el lápiz del artista.

De pie sobre las murallas por encima de la ciudad, y mirando hacia abajo a sus calles estrechas y edificios en ruinas, podemos destacar a la vez los restos del refinamiento árabe y el gusto en la construcción de sus viviendas, y no podemos evitar el deseo de imaginar la ciudad cuando los moros la poseyeron.
Los edificios moros de Toledo, agrupados alrededor de la ladera de la montaña, anidados, por así decirlo, en las grietas de la gran roca sobre la que se levanta la ciudad, en contraste con el Alcázar más moderno y otros edificios de un período todavía más tardío, fueron los primeros casos llamativos de esa falta de armonía entre los dos estilos principales de la arquitectura en España que después hemos encontrado en el Sur.
La Puerta del Sol, con su arco de herradura apuntado y grandes torres, que desde entonces ha sido restaurada y apuntalada por castellanos, conserva bastante de su carácter antiguo para nosotros entender lo que una vez fue, y presenta en la actualidad un excelente modelo para el lápiz del artista.

Henry Blackburn. Travelling in Spain in the present day (1866)