Cómo duerme Toledo



 

¡Cómo duerme Toledo la sultana,
qué reposo en sus mudos callejones!
Poblado de fantasmas y visiones
sólo turba su sueño la campana...

Junto al muro, pegado a breve reja
queda el tierno galán enamorado;
más allá el yerto Cristo iluminado
por el tosco farol en la calleja.

Forma aquí un laberinto sin salida
la mole que se quiebra en un palacio;
sigue luego un convento con espacio
para en él a cien monjas dar cabida.

Sube y baja la calle estrecha y larga,
y otra viene después ancha y cubierta,
y a su extremo una plaza como muerta
donde suave pavor el alma embarga.

Ya las sombras se animan perezosas
al lado de las torres vigilantes;
caballeros parecen vacilantes
que se ocultan tras puertas quejumbrosas.

Acaso en la moruna celosía
el siseo se escucha de una dama;
¿una cita?... ¿o el buho es que llama
en la iglesia de rica crestería?

Ventura F. López. Homenaje a Toledo. (1900)





Piezas de trabajo exquisito




Caminando por el laberinto de callejuelas, tan estrechas que podemos tocar ambos lados a la vez, pasamos por muchas calles, algunas con las puertas exteriores todavía repletas de enormes clavos y aldabas, tal como habían quedado siglos atrás. Las casas están casi todas construidas en el mismo plano, con pasajes cuidadosamente ordenados que conducen de la calle a un patio interior o patio central, con una galería que lo rodea y sobre la que se abren todas las habitaciones superiores.
Las galerías son de madera, con celosías talladas, en un satisfactorio estado de conservación, y los muros no suelen tener rastro de decoración morisca. Algunos de estos edificios se usan como almacenes y tiendas de carpintería, algunos están completamente desiertos y todavía se pueden encontrar piezas de trabajo exquisito entre los montones de desechos que abundan.

A veces se encuentran restos de pozos, que en tiempos ocuparon el centro de los patios. Uno que vimos, en buen estado de conservación, había sido bellamente tallado y el mármol que rodeaba la parte superior estaba pulido y desgastado en surcos profundos por la acción de la cuerda. 



Henry Blackburn. Travelling in Spain (1866)