Y ya en el camino de la leyenda, me faltaba ver el sitio por donde se pasearon el Rey D. Rodrigo y la célebre Cava, personajes que obsesionaban mi imaginación, merecedores, por su liviandad, de que el venerable Tajo sacase el pecho fuera y les hablase como dice el dulce y sublime poeta que les habló.
Perdido por las callejuelas de Toledo iba yo, cuando me tropecé con un ciudadano, a quien le pregunté cómo me orientaría para contemplar, aunque fuese desde lejos, el sitio por donde discurrían el Rey godo y la hija del Conde traidor.
Dando mil rodeos, me condujo a un punto eminente, desde el cual descubríase un precioso paisaje, y me dijo:
-¿Ve usted aquel pradillo? Pues por él se paseaba el Rey bribón que perdió a España y la mala hembra que le cautivó con sus hechizos y por eso un cura famoso escribió unos versos que empezaban:
"Golfaba el Rey Rodrigo..."
- No siga usted. Conozco de memoria la poesía del cura -le interrumpí dándole una peseta de propina y volviéndole la espalda, no sin pensar cómo golfarían el Rey D. Rodrigo y la fermosa Cava.
A las pocas horas abandoné Toledo con el propósito de una nueva visita, y sintiéndome como debe sentirse todo buen español que quiera inspirarse en el recuerdo de las pasadas grandezas de su patria.
Joaquín D. Rickard. Correrías por España. Fragmentos de las impresiones de un hispanófilo (1922)
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