Toledo empieza a iluminarse fantásticamente.
Por encima del apretado caserío de Covachuelas asoma el Hospital de Afuera como
un castillo feudal. En la superficie lustrosa del río se reflejan rígidos los
árboles. En sus riberas, que cantaron Cervantes y Garcilaso, croan las ranas.
La Huerta del Rey finge un aguafuerte de Rembrandt. Allende el puente de
Alcántara se aguzan altaneras las torres del palacio de Carlos V.
En un cielo perlino y sereno, de
anaranjadas lejanías, brilla solitaria la estrella de la tarde. De la torre de
la catedral caen solemnes nueve campanadas que el eco prolonga por cumbres y
valles. El cielo se ha tornado de un azul profundo, casi negro. Del fondo
tenebroso de la Huerta surge una luna enorme, alcohólica, de abruptos
contornos, muy baja y tan saliente que amenaza desplomarse.
Emilio
Bobadilla. Viajando por España.
Evocaciones y paisajes (1912)
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