Los escaparates de las tiendas son también reveladores para quien sabe estudiarlos y comprenderlos. Suelen mostrar lo que esconden las casas y callan las bocas. Ver mucho los aparadores, verlos con atención y con intención, en una ciudad que no se conoce, es prepararse a comprender la sociedad y sus costumbres (...)
Sí tiene Toledo aparadores característicos en su mejor y más concurrida vía: dos, cinco, diez, dominan sobre el conjunto de la vulgaridad. Allí están, dentro de su paralelogramo de cristal, cada uno de ellos es una exposición deslumbrante; éste es un anaquel de santos; el otro, un puesto de cacharros azules; el de más allá, una armería. Esculturillas y estampas sagradas aquí; delante, cantarillos y vasos de loza de Talavera de la Reina, y por todas partes hojas de acero refulgente, espadas, puñales, navajas, con inscripciones y diseños repujados, damasquinados puños, cofrecitos y joyeros de ataujía primorosa, pequeñas ánforas, sobre cuyas formas pavonadas se entretejen los hilos de oro en dibujos intrincados y sutiles.
Al contemplar estas chucherías encantadoras y estas blancas espadas y estos puñales de cubierta afiligranada, sentí el hechizo de la fantástica Toledo, goda, moruna, judaica; la Toledo de los romances viejos, de las crónicas misteriosas, de los orientales placeres, de las devotas austeridades...
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