Toledo sólo tiene evocaciones literarias, y es tan
angustioso para los ojos como lleno de encanto para la memoria. En nuestras
creaciones bellas y mortales, las imágenes del mundo nunca están como los ojos
las aprenden, sino como adecuaciones al recuerdo. En el recuerdo todas las
cosas aparecen quietas y fuera del momento, centros en círculos de sombra. El
recuerdo da a las imágenes la intensidad y la definición de unidades, al modo
de una visión cíclica. (…)
Toledo es en todos sus momentos la calavera que ríe
con tres dientes sobre el infolio de un anacoreta, y dice que todo es polvo. La
ciudad castellana, evocadora como una crónica, sabe de reyes y reinas, de
abades y condes, de frailes inquisidores y de judíos mercaderes. En Toledo cada
hora arrastró un fantasma distinto.
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