Salve, primer metrópoli de España,
pues hasta coronar tu frente altiva
ni en su dosel ciñó la paz oliva
ni la guerra laurel en su campaña.
Salve, oh siempre católica montaña,
y tan siempre a la luz de la fe viva,
que, aun entre los horrores de cautiva,
ajena te alumbró, pero no extraña.
Salve, erario feliz de glorias tantas,
que hoy en tu angelical cámara bella
aun los mármoles son reliquias santas.
Salve, y permite al adorar la huella
que enterneció una piedra con sus plantas,
no esté mi corazón más duro que ella.
Pedro Calderón de la Barca Soneto a la catedral de Toledo (s. XVII)
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