Tajo, producidor del gran tesoro
(si a la fama creemos), cuya arena
de zafiros y perlas está llena,
tus aguas néctar, tus arenas oro;
tú pues, acrecentado con mi lloro,
serás testigo de mi amada pena,
como sujeto a lo que amor ordena,
buscando vida, a quien me mata adoro.
Cuando mi pastorcilla en tu ribera
busca las conchas que creciendo arrojas,
y con su blanco pie tu orilla toca,
el bien que gozas, agua lisonjera
(que al fin lo has de besar, pues que lo mojas),
lo usurpas al oficio de mi boca.
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