El cielo es de una pureza divina. Los tejados se amontonan y extienden ante el horizonte donde se delinea la línea azul de las colinas. Destacan las flechas de las iglesias, se las reconoce y te contestan, cada una con su leyenda. Nos damos la vuelta. Y ahora es el campo, es el caprichoso río con sinuosidades verdes. La llanura habla a su vez. Allí, se podían encontrar flores en los jardines donde Galiana estaba esperando al guapo Franc que la liberaría del gigante Bradamant. Bajo esta roca negra, sin duda, Recisundo triunfó sobre la bestia salvaje que predijo las fatales indiscreciones de su descendiente Rodrigo. ¿No es cerca de este puente que Alfonso VIII y la bella judía caminaron con su pasión culpable el día que sacaron del agua una rama de olivo y la cabeza de un niño muerto? ¡Qué maravilloso escenario! Los versos de Luis de León naturalmente lo animan. Escuchamos en su memoria la famosa profecía del Tajo. Vemos el río, en su aspecto antiguo, levantando su venerable cabeza y anunciando al Rey Rodrigo los terrores que se aproximan: "Pobre España y pobre Toledo".
Ernest Martinenche. Propos d'Espagne (1905)
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