Desde aquí la ciudad parece muy grande, y crees en su antigüedad, tan orgánicamente pertenece al campo. Puedes pensar que ha estado siempre ahí. A veces no ves más que su único color exterior, y de los cientos de colores sólo gris, gris blanquecino, gris negruzco, gris plateado, gris amarillento, gris rojizo. La carretera, las casas, el río, las piedras, los montes, el cielo, todos están entonados con un gris a última hora de la tarde. Pero no debes pensar en el gris vacío y mudo, eternamente el mismo, de Whisler. Todo es color bajo el sol radiante. Positivo como el rojo o el azul, su gris conquista a todos los colores, porque su riqueza ha nacido sin pompa. La discrecionalidad que ha construido la ciudad parece como la determinación de un individuo, de un distinguido burgués que conociera bien sus tierras.
Julius Meier-Graefe. The Spanish Journey. 1926
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