¿Qué es, pues, lo que busco por esta ciudad pétrea? ¿Qué espero en compensación a mi cansancio? Ni las admirables puertas del siglo XV, ni las más célebres iglesias, ni la misma admirable Sinagoga del Tránsito. Nada de lo que el guía me aconseja: nada de lo que no conserve rastros de vida virgen.
Y aún no es así del todo exacto.
Sólo me gusta aquello que suelta los resortes del mecanismo enajenador de mi espíritu. ¿Pero qué es ello? Esas figuras grandemente restauradas, esas pequeñas columnas de ojiva, cuatro o cinco grecos.
¿Qué he venido, pues, a buscar a Toledo?
¿Por qué me conmueve de esta manera tan intensa Toledo, a pesar del calor de los días de mi visita, a pesar de mi flojedad y cansancio, a pesar de que tanto abunda en monumentos que nada me dicen?
¿Y seguiría conmoviéndomé así esta ciudad, si no encerrase ninguno de los monumentos que me agradan, ninguna de sus obras pictóricas?
¿A qué se reduce mi amor por Toledo?
Y aún no es así del todo exacto.
Sólo me gusta aquello que suelta los resortes del mecanismo enajenador de mi espíritu. ¿Pero qué es ello? Esas figuras grandemente restauradas, esas pequeñas columnas de ojiva, cuatro o cinco grecos.
¿Qué he venido, pues, a buscar a Toledo?
¿Por qué me conmueve de esta manera tan intensa Toledo, a pesar del calor de los días de mi visita, a pesar de mi flojedad y cansancio, a pesar de que tanto abunda en monumentos que nada me dicen?
¿Y seguiría conmoviéndomé así esta ciudad, si no encerrase ninguno de los monumentos que me agradan, ninguna de sus obras pictóricas?
¿A qué se reduce mi amor por Toledo?
La respuesta seguro que se esconde tras alguna celosía. O al vuelo de su misma vista: esa invitación a la «mirada interior» (por dentro y por fuera, claro).
ResponderEliminar