Sobre la recia montaña

Me aventuro en un caos de peñascos por donde trepan los famosos cigarrales, humildes vergeles comparables a las bastidas de Marsella. Son alrededor de doscientos, cercados con ásperas piedras y con una casita en el centro y un poco de follaje devorado por el polvo. Un débil aroma exhalan esta tarde las retamas. A lo largo de las pendientes pedregosas, que llaman aquí rodaderos, me encamino a la Virgen del Valle, pequeña ermita que se levanta en la orilla izquierda frente a la ciudad.
Desde la ermita se abarca de una mirada la vasta roca que sostiene a Toledo y que contiene al Tajo. La Imperial Ciudad se recoge sobre la recia montaña, se apodera de todos sus salientes y cubre su altura por completo... Los escombros de sus palacios resbalan al Tajo generosamente, y dejan en la cumbre a Toledo, en una posición soberbia de orgullosa en desgracia.
¿Cómo aprisionar los grandes movimientos monocromos de esta tierra violácea y ocrosa? Sería preciso marcar su color y sus curvas y, además, hacer también sensibles aquellas partes nutridas y densas en las que ningún edificio es notable, pero que precisamente tiene la belleza de los grandes espacios llenos en arquitectura.

Maurice Barres. El Greco o el secreto de Toledo (1912)

 








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