Un
espectáculo sobrecogedor me esperaba: el de las rocas, las enormes
piedras, los bloques precipitados hacia el abismo, donde, al fondo de
todo, el agua gris y espumosa del río choca sin que nos llegue un eco.
Este silencio sobre estas aguas revueltas da vértigo. Parece que de
repente la tierra acaba de abrirse y que, fulminados por ese terremoto,
no habéis recobrado el sentido. El estupor se apodera de vosotros,
boquiabiertos como esta grieta en cuyo extremo me sostenía inmóvil y
mudo, arrebatado por una contemplación fervorosa. El recuerdo de El
Greco se asociaba a esta escarpada perspectiva. Establecía entre ella y
él, descubría puntos de analogía tan estrictamente formales que me
hacían comprender mejor sus escorzos abruptos caracterizadores de su
obra. Su obsesión por el vacío, ¿no procedía de habitar cerca de esta
garganta?
Francis Carco. Printemps d'Espagne (1929)
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