Altiva ciudad

Me dirigí a la "altiva ciudad sobre la colina", a la capital de los reyes godos y después residencia del emperador Carlos V. Desde lejos escudriñaba yo las majestuosas rocas del augusto Toledo, que los poetas españoles llaman "monumental", donde las casas, a falta de espacio, son torres, y las calles, por su angostura, parecían senderos de gusanos en la madera. Pero aún no se divisaba. Caminaba yo a lo largo del Tajo, poniendo atención a las leyendas e historias que, en idioma desconocido para mi, me contaba el río. Sólo tenía clara una cosa: el Tajo no había olvidado a los godos ni a los árabes y, quejándose por el abandono actual reinante, lloraba porque los años felices del lejano pasado habían dejado sus huellas sólo en la piedra y el bronce de sus construcciones. 

Vasili Ivanovich Nemirovich-Danchenko Crónicas de España. De mis recuerdos de viaje  1888












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