Un rojizo beso

Cuando Dios creó el sol fue para ponerlo sobre Toledo e iluminar la ciudad con sus rayos. Es a la caída de la tarde cuando debemos acudir a esta elevada orilla del Tajo para contemplar como el poniente se abraza a la ciudad y la da un rojizo beso de despedida.
(...)
La hora misteriosa y llameante está en su apogeo. La más mediocre de las fachadas se ha ennoblecido. Una pátina dorada cubre las murallas floridas de blasones, las esculturas de los portales, las cruces de piedra, las almenas de las viejas puertas de granito.


DORÉ OGRIZEK   España  (1953)












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