Como un geólogo mira una montaña

 
El anticuario puede examinar Toledo, como un geólogo mira una montaña; puede encontrar, superpuestas, capas arquitectónicas de todos los tiempos, de todas las dominaciones, desde la romana al gran aluvión del siglo XVIII, que echaría todo a perder si las estructuras fuertes de épocas anteriores no llegan a imponerse guiando al geólogo anticuario en su búsqueda de recuerdos.
La ciudad, en su conjunto, merece una mención especial;  imagínate un montón de conventos, iglesias y murallas; a cada paso que das en el recorrido por la ciudad, va cambiando de aspecto. El interior, a excepción de una pequeña plaza de forma peculiar, está atravesado en todas direcciones por calles estrechas y rápidas, pavimentadas con buenas espadas de Toledo (a juzgar por el placer que se siente al caminar por allí). Cuando dos mulas tienen la mala suerte de cruzarse en una de estas vías de comunicación, es necesario que una de las dos camine marcha atrás hasta el primer cruce donde, con dificultad, pasa la otra mula y sigue su camino.

Émile Guimet. A travers l'Espagne. Lettres familières (1862)






 


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