Poesía del color

Bajo el puente de San Martín, el río forma meandros a través de un valle riente. Es un bello cuadro desde las murallas, bajo el antiguo palacio de Wamba, el ancho, plácido río extendiéndose en una gran herradura entre alamedas.
Acostumbraba yo a cruzar el puente en los atardeceres de verano y a pasear río abajo, pasando los Baños de la Cava hasta un viejo molino al borde del agua. Cuando el crepúsculo se acercaba, la ciudad distante en su altura resplandecía como cobre bruñido, hasta que súbitamente el sol se sumergía tras el horizonte. Entonces seguía la media hora más maravillosa del día.
Todo el calor de la luz había desaparecido, el cielo era de un azul acerado, un tanto arrebolado con un rosa delicado, y la ciudad estaba llena de preciosos tintes de madreperla; luego el fresco gris verdoso de los árboles, el viejo molino mostrándose frío y blanco, el río de un apagado y profundo azul y, en primer término, las pálidas ramas de un grupo de abedules. Era la verdadera poesía del color, pero ¡oh!, tan fugaz. Media hora y las estrellas habían comenzado a aparecer, y antes de que hubiera llegado al puente de San Martín ya estaba oscuro.

Stewart Dick El Corazón de España. Impresiones de un artista en Toledo  (1907)





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