Las
murallas de Toledo son de un efecto maravilloso; las asperezas del terreno y
los edificios se complementan felizmente, hasta el punto de que muchas veces
resulta difícil decir dónde termina la roca y dónde comienza la muralla. En ella
hay una fusión de civilizaciones; tal lienzo de muro es romano; una torre es
gótica y otras almenas son árabes. Toda la parte que va desde la Puerta del
Cambrón a la de Bisagra, donde parece ser que desembocaba la calzada romana,
fue construida por el rey Wamba. Cada una de las piedras tiene su historia y
para narrarlas todas serían necesarios muchos volúmenes. Lo que sí afirmamos es
que Toledo ofrece un aspecto noble, sentado en un trono de roca, rodeado de
torres y de iglesias. No se puede imaginar un perfil más firme y más austero,
ni donde se conserve con más fidelidad el troquel de la Edad Media, ni donde se
observe mayor riqueza de color. Más de una hora, permanecí en la contemplación
de este panorama, tratando de saciar mis ojos, y de grabar en el fondo de mi
memoria la silueta de aquella perspectiva.
Como siempre un buen trabajo. Enhorabuena
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