Un mundo nuevo, fantástico



Pronto llegamos a las murallas, pasamos por debajo de una puerta baja, y aquí estamos en un dédalo, en un laberinto inextricable de calles estrechas y sinuosas, que se cruzan en todos los sentidos, suben y bajan en todas las direcciones; están trazadas por casas con ventanas ojivales y ventanas enrejadas, fachadas esculpidas y blasonadas, puertas macizas, cubiertas de hierros atornillados. ¡Es Toledo! y, como en Ávila, es la Edad Media. Todo nos sorprende, nos parecen extrañas las calles, erizadas con los bordes ásperos de las piedras que recuerda al caos, dificilmente podemos avanzar con nuestro coche pues sus pendientes son tan rápidas que dudamos en aventurarnos por allí tan rápido que uno duda en arriesgarse. Las casas, de aspecto sombrío, tienen una entrada oscura y sinuosa, se asemejan a pequeñas fortalezas, sus fachadas están adornadas con pequeñas columnas, arabescos, huecos de nichos de santos, decoradas con escudos de armas, viejos blasones, con leyendas, guirnaldas de flores, imágenes piadosas, animales fantásticos, excavados, tallados en piedra; es un mundo completamente nuevo, fantástico en sí mismo, que surge y se desarrolla ante nuestros ojos. 

Eugène Guibout. Les vacances d'un médecin (1880-1892)

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