Ola de sombras

En la posada descansé un momento. Salí en seguida a la calle. Había niebla, y el pueblo tomaba envuelto en ella unas proporciones gigantescas. Las calles subían y bajaban, no tenían algunas salidas. Era aquello un laberinto; la luz eléctrica, tímida de brillar en la mística ciudad, alumbraba debilmente, rodeada cada lámpara por un nimbo espectral. En las encrucijadas parecía que brillaban las sombras.
Con la cabeza llena de locuras y los ojos de visiones anduve (...)
Desde aquel momento ya no supe lo que veía: las paredes de las casas se alargaban, se achicaban, en los portones entraban y salían sombras, el viento cantaba, gemía, cuchicheaba. todas las locuras se habían desencadenado en las calles de Toledo. Dispuesto a luchar a brazo partido con aquella ola de sombras, de fantasías, de cosas extrañas que iban a tragarme, a devorarme, me apoyé en un muro y esperé. A lo lejos oí el rumor de un piano; salía de una de aquellas casas solariegas, presté atención, tocaban Loin dubal.

Pío Baroja. Domingo en Toledo (1912)





 




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