Al palacio del sueño

Las calles, desiertas, estrechas y tortuosas, la ausencia casi absoluta de industria y de bienestar, responden mal a la idea que se forma uno de esa ciudad, que lleva el pomposo título de «Imperial» desde que Alfonso VI la arrebató a los moros; ciudad que disputa a Burgos la preeminencia en las Cortes del reino de Castilla, que ha sido considerada durante mucho tiempo como su capital y cuyos monumentos atestiguan su antiguo esplendor. Los vecinos de Toledo no reparan en gastos con tal de impedir la entrada de los rayos del sol en sus habitaciones y procurarse frescor hasta en lo más riguroso del verano. Si se les visita en la estación estival, se cree uno transportado al palacio del sueño. A las tres de la tarde para ellos es como si se hubiera puesto el sol: ventanas y celosías herméticamente cerradas, suelos humedecidos por frecuentes riegos, grandes lonas cubriendo los patios, todo contribuye a contrarrestar el ardor del clima y la hora del día.

J. F. Bourgoing. Nuevo viaje a España o descripción del estado actual de esa monarquía. (1783) 










 

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