Atardecer desde el Alcázar

Hacia el atardecer fui a ver el Alcázar. El nombre sugiere un palacio árabe, pero de árabe no le queda más que el nombre (...) Luego, subimos por una serie de escaleras maltrechas a una de las cuatro torres; el guardián abrió con tenazas y martillo una ventana clavada y me dijo con aire de quien anuncia una maravilla: "¡Mire usted!"
Es un panorama grandioso. La ciudad de Toledo se ve, a vista de pájaro, calle a calle, casa a casa, como se la vería en un plano extendido sobre una mesa; la catedral que se eleva sobre la ciudad, cual desmedido castillo, hace parecer pequeños, como casas de juguete, todos los edificios circundantes; la cúpula coronada de estatuas de San Juan de los Reyes; en otro punto, las almenadas torres de la Puerta Nueva; la plaza de toros; el Tajo que corre a los pies de la ciudad entre dos orillas rocosas; más allá del río, cerca del puente de Alcántara, sobre una escarpada roca, las ruinas del antiguo castillo de San Servando; más allá una verde llanura, rocas, cerros y montes hasta donde alcanza la vista y, en lo alto, en un cielo purísimo, el sol del ocaso que dora los tejados de los viejos edificios y hace brillar el río como una inmensa cinta de plata.

Edmundo de Amicis  España. Diario de viaje de un turista escritor  (1872)








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