Las toledanas

Grabado de Reinhart. 1882 (Archivo Municipal de Toledo)
Los viajeros que, a lo largo de la historia, han ido pasando por Toledo nos han dejado descripciones muy valiosas de la ciudad y su ambiente, pero también de las personas que encontraron, sus costumbres, su carácter y sus señas físicas. Dado que la mayoría de ellos eran hombres, abundan las referencias a las mujeres. Hoy nos detendremos en las curiosidades que tres de estos viajeros observaron sobre las toledanas. El primero es el español Antonio Ponz, autor del célebre "Viage de España, o Cartas en que se da noticia de las cosas mas apreciables y dignas de saberse, que hay en ella", gigantesca obra en 17 volúmenes, que comenzó a publicar en 1772. Pues bien, en su visita a Toledo, el viajero hace la siguiente alusión a la limpieza de que las toledanas solían hacer gala en sus viviendas:
"Las mujeres son aseadísimas, y lavan los pavimentos enladrillados de las habitaciones casi con la misma frecuencia que los platos. Tienen por mucha porquería el escupir en dichos suelos; pero aún sienten más que se escupa en los patios, tambien enladrillados, por ser el receptáculo de las aguas llovedizas para sus cisternas; y así es conducente, que el que vaya a Toledo sepa esto, para no exponerse a algún sonrojo."
El inglés Richar Ford, que visitó España en la década de los años 30 del siglo XIX, anota en su libro "Cosas de España, el país de lo imprevisto", esta poco conocida e ingenua superstición con la que terminó una simple obra.
"Para las mujeres humildes de Castilla, cuando estaban embarazadas, procuraron un remedio espiritual los canónigos de Toledo, que tomaban el más vivo interés en la mayor parte de los casos. La entrada principal de la Catedral tenía trece escalones, y toda mujer que los subiera y los bajara, podía estar segura de que llegaría al final de su embarazo pronto y bien. No es maravilla, por lo tanto, el que, cuando el número de escalones se redujo a siete, todas las mujeres, solteras y casadas, lo tomaran muy a mal."
Las alusiones a la belleza de la mujer son abundantes, pero pocas veces se han descrito formas de belleza tan peculiares como las que hace el alemán Wilhelm von Humboldt, quien nos visitó en 1799 dejándonos en su libro "Diario de viaje a España" un muestrario inacabable sobre sobre multitud de aspectos de la vida española con especial atención a los rasgos etnológicos de sus habitantes. En Toledo, Humbold hace una visita al Colegio de Doncellas, donde observa lo siguiente:
"Me resultó chocante el ver tantas muchachas indígenas juntas, de las que sólo un par eran mayores. Todas eran bastante guapas, aunque no había ninguna que se pudiera considerar bella. Casi todas tenían cara alargada, mejillas llenas y una nariz alargada y sobresaliente. Una que hacía flores era de una belleza fofa y una tal donna Antonia tenía una belleza más severa."

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