Esa luz

Cuando se llega a Toledo y se trata de comprender el misterio de Toledo, cuando se ofrece ante nosotros esta especie de gran encrucijada y gran incógnita que Toledo es, la única manera posible de acercarse a él es acercarse tras de su luz. No es nada complicado, porque Toledo tiene una magia y la magia es y fue siempre luminosa.(...)
Por eso sin entender la luz de Toledo no se puede entender a Toledo; esto no significa que se le pueda entender entendiendo esta luz, pero sí que se le puede adivinar por el mejor camino que esta ciudad ofrece a los que llegamos a ella, siempre como peregrinos, y nos quedamos en ella ancaldos como viejos marineros en el anciano puerto de su seducción y encanto. ¿De dónde viene esta luz? ¿Por qué tiene esta luz? ¿Por qué Toledo se enciende en una serie de colores maravillosos, de tonos de bermellones, de suaves de malvas, de azules, de verdes, y por qué, de repente, se aplaca y se apaga, y por qué se queda dormida como un centinela que soñara en lo alto de su roca?

Manuel Pombo Angulo. Luz de Toledo. Artículo en el Programa del Corpus (1961)






















Sin tiempo y sin escombros

Yo también tengo mi Toledo; un Toledo sin tiempo y sin escombros; el Toledo en que vivo, sueño, realizo mis obras de arte y veo nacer las bellas flores que cuida mi esposa, Zoilita; el Toledo que se eleva sobre el río Tajo y desde el que contemplo el grandioso puente de San Martín, ese puente medieval al que quiero tanto que a veces llego a creer y hasta decir que lo hice yo.
Mi Toledo no es siempre el de las callejuelas laberínticas, sino más bien el de las incomparables siluetas de la gloriosa ciudad que se ven desde los peñascales que se elevan sobre la ermita de la Virgen del Valle y desde la cruz de La Bastida, Y lo es también esa catedral maravillosa con sus esbeltas columnas, que parecen sonar como un inmenso órgano de piedra que sólo alcanzan a escuchar y sentir los espíritus.
Mi Toledo no está en el Zocodover y en sus alrededores, que ni siquiera existe ya aquella famosa posada del Sevillano, donde el inmortal Cervantes escribió "La ilustre fregona".
Mi Toledo está en la iglesia de Santo Tomé, junto al cuadro genial de El Greco "El entierro del Conde de Orgaz" y en el evocador palacio de Fuensalida, donde murió la bella Isabel de Portugal. Mi verdadero Toledo está en esta Roca Tarpeya, "nido de águilas", como le llamó un poeta.

Victorio Macho. Memorias (1960)





 








Retarda tu paso

Apacible río,
venturoso Tajo,
que por la ancha vega
te deslizas manso,
detén tu corriente, 
retarda tu paso,
y de estos jardines
goza los halagos.
Mira que en Toledo
te están aguardando
armados de furia
desnudos peñascos,
que romper desean
tus cristales claros.
¿A qué te apresuras
por ir a encontrarlos?
Detente, detente;
¿no ves cuán lozanos
los olmos pomposos,
los tilos y lauros
sus hojas te ofrecen,
te tienden sus ramos,
de sombra te cubren,
te brindan descanso?

Ángel Saavedra, Duque de Rivas. Romance corto (1819)















Trono y centro del mundo

Se ha dicho de Toledo que debe parte de su gloria a que es imposible averiguar su antigüedad. Seguramente hay pocas ciudades en España que puedan vanagloriarse de un origen tan remoto. Pero hay también pocas cuya historia haya sido mezclada con fábulas tan ridículas. Unos han pretendido que vinieron los judíos a establecerse en ella después de la cautividad de Babilonia. Otros atribuyen su fundación a Hércules o también a Túbal, hijo de Caín, que se estableció allí ciento cuarenta y tres años, ni uno más ni uno menos, después del diluvio universal.
Los antiguos historiadores españoles cuentan toda clase de fábulas con motivo de la antigüedad de su país; según ellos, entre los primeros príncipes que gobernaron la Península figuran personajes fabulosos como Caco, Hércules el Grande, Osiris, Atlas y otros cuya existencia es, cuando menos, problemática. Estas son las fábulas que hicieron decir burlonamente a un escritor, el abate de Vayrac, que los historiadores consideraban a Adán el primer rey de Toledo y que, según ellos, el sol, desde que fue creado, se había elevado por encima de la ciudad, que era el trono y el centro del mundo.

Charles Davillier. Viaje por España (1862)