Entre los puentes de Alcántara

Es corto el trayecto entre el viejo y el nuevo puente de Alcántara; pero en tan pequeño espacio el Tajo trabaja más que en toda su dilatada andadura. Justamente a la mitad del camino se encuentra el freno de una presa y dos edificios: la fábrica de luz y la elevadora de agua. La presa forma un inmenso tazón, y otro río cualquiera moriría aquí tranquilamente, consumido por el paludismo de su propia encharcadura. Pero el Tajo es sobrado hondo. Se prepara con petulancia, y de un salto hercúleo salva el obstáculo y sigue adelante, agitando sus melenitas rizadas y azules, como un efebo en Olimpiadas. Le quedan aún los dos edificios de orden, pletóricos de juridicidad; mas también de ellos triunfa el Tajo. Como todo elemento conservador, el industrialismo legal ha levantado sus paredes con restos de conquistas y "razzias" nada jurídicas: molinos árabes, tenerías berberiscas y acueductos romanos. La juridicidad, al menos en Roma, venía después del saqueo. El agua se encuentra, pues, entre viejos amigos, y salta tan confiada sobre la piedra y sobre la ley. Reconoce al viejo ladrillo mudéjar y la argamasa romana, y piruetea a placer entre los humildes arquitos árabes que le sirven de cimiento. Una vez traspuesto el puente, las aguas recobran su sosiego académico, se tornan doctas y clásicas --ignoramos si profundas o huecas--, ordenan su cabellera y se sometren obedientes a la rítmica andadura de peregrino dormilón.

Félix Urabayen. El nuevo puente de Alcántara. Artículo en El Sol, 17 de mayo de 1936











Fijaos bien

Con la bufanda del río
Toledo se abriga del frío.
Con la campana mayor,
se quedó sordo un señor.
Con la tajada del Tajo
un perro se vino abajo
y los árabes con destreza
convirtieron el agua en belleza.
Fijaos bien en lo que os digo:
quinientos curas y ochocientos mendigos
forman este pueblo que corte ha sido.
—Comprensión y pesetas a usía pido,
que yo soy de los guías el mejor “guío”.
Comprensión y pesetas le pido a usía,
yo soy de los turistas el mejor guía.
—¡Vean la Sinagoga y el Alcázar Real,
disfruten con el entierro del Conde Orgaz!
(En Zocodover hay un autocar,
y en el Tajo una viuda se ha echado a navegar.)
La ciudad está vieja
y no va más,
aún llegan al encanto de su agonizar,
vamos turistas, vamos allá,
¡antes de que caigan la noche y la Catedral!

Gloria Fuertes. Toledo (1960)