Cada hora, un fantasma



Toledo sólo tiene evocaciones literarias, y es tan angustioso para los ojos como lleno de encanto para la memoria. En nuestras creaciones bellas y mortales, las imágenes del mundo nunca están como los ojos las aprenden, sino como adecuaciones al recuerdo. En el recuerdo todas las cosas aparecen quietas y fuera del momento, centros en círculos de sombra. El recuerdo da a las imágenes la intensidad y la definición de unidades, al modo de una visión cíclica.  (…)

Toledo es en todos sus momentos la calavera que ríe con tres dientes sobre el infolio de un anacoreta, y dice que todo es polvo. La ciudad castellana, evocadora como una crónica, sabe de reyes y reinas, de abades y condes, de frailes inquisidores y de judíos mercaderes. En Toledo cada hora arrastró un fantasma distinto.

Valle Inclán. La lámpara maravillosa (1916)


Ninfas del Tajo


¿No ves en los cristales, vuelta en hielo
 una ninfa del Tajo, que porfía
 hacer del agua a todo el cuerpo un velo?

 ¿No ves del dulce Ovidio la poesía
 verdad en las riberas de Toledo,
 como él en las de Arcadia la fingía?


Lope de Vega. Las paces de los reyes y judía de Toledo (1612)














Entrada imponente




La entrada a Toledo por el camino de Madrid es en verdad imponente. Sus torres moriscas, sus, puertas de un tono siena tostado, la mole de su Alcázar y las mil flechas de sus iglesias que se dibujan sobre la cresta y los flancos de una colina de granito bañada en sus tres cuartas partes por el cinturón amarillo del Tajo, atestiguan suficiente la importancia de esta antigua ciudad que fue sucesivamente sede del imperio de los godos, de los árabes y de los reyes de Castilla. Nada más justo y de más ingenio a la vez que la frase de Quevedo ante un panorama tal cuando nombra a Toledo: “una ciudad de puntillas, fabricada sobre un huso”.
 
Roger de Beauvoir. La porte du soleil (1844)

 







 

Secretos del arte

Difícilmente se encontrará una ciudad que conserve más recuerdos artísticos e históricos que Toledo, y, según dice muy bien Mr. Germond de Lavigne, se necesitaría todo un año para estudiar en el laberinto de sus estrechas y tortuosas calles los secretos del arte que se encierran en sus arcos, sus bóvedas, sus ojivas, sus ventanas, sus columnas, que desgraciadamente se hallan profanadas con muchas manos de cal.

José Comas Galibern. Guía del viajero en España (1881)









Curiosa confusión



Se necesitaría un año para estudiar Toledo, día tras día, en este dédalo de calles sinuosas, escarpadas y montuosas, algo semejantes a esos surcos que trazan los gusanos en la madera vieja. Es la más extraña confusión de casas atestadas, acumuladas, agrupadas en un pequeño espacio sobre siete colinas, como las de Roma.  
En esta curiosa confusión de granito y ladrillo, por todas partes nos encontramos con esculturas, arabescos, follaje serpenteante, animales fantásticos. Encima de todas las puertas, escudos blasonados y divisas; en las ventanas, en los balcones, hierro viejo atormentado y rejillas de hierro apretadas; en todas las casas, antiguas puertas macizas, reforzadas con tiras de metal, rematadas con aldabones historiados, guarnecidas de clavos alineados y apretados, de cabezas redondas y cinceladas, grandes como huevos, que llaman medias naranjas.
 Alfred Germond de Lavigne. Espagne et Portugal (1890)