Catedral (VI)

Dos días pasamos en Toledo; para un anticuario apenas bastarían dos meses, pero los profanos se contentan con menos.
En una segunda visita a la catedral he admirado sus vidrieras, las más bellas que he visto en España, y un fresco de Luca Giordano, que cubre todo el techo de la sacristía: obra inmensa de una notable composición y colorido.

Eugene Poitou. Viaje en España (1884)

Tesoros que ilustran la historia




A menudo me han preguntado –¿Quién construyó la catedral de Toledo?—Nadie . Es obra de veinte arquitectos y no es justo otorgar a uno de ellos la gloria que pertenece a todos. Aquí están Roma y Grecia; Persia y Bizancio; Alemania y Francia, y Flandes. Y otro tanto ocurre con la decoración del interior—los  frescos, y las ventanas, y la estatuaria; la orfebrería, la reja y el púlpito y la pila bautismal; el sagrario y los candelabros; los facistoles y los misales, y las sillas de coro. Reunida en un lugar que sólo mide cuatrocientos pies de largo por dosciento cuatro de ancho, está una colección de tesoros de arte que ilustran la historia de España en todas sus ramas; social, eclesiástica, política y artística.

Leonard Williams
Castilla (1904)

   

Espectáculo sobrecogedor

Un espectáculo sobrecogedor me esperaba: el de las rocas, las enormes piedras, los bloques precipitados hacia el abismo, donde, al fondo de todo, el agua gris y espumosa del río choca sin que nos llegue un eco. Este silencio sobre estas aguas revueltas da vértigo. Parece que de repente la tierra acaba de abrirse y que, fulminados por ese terremoto, no habéis recobrado el sentido. El estupor se apodera de vosotros, boquiabiertos como esta grieta en cuyo extremo me sostenía inmóvil y mudo, arrebatado por una contemplación fervorosa. El recuerdo de El Greco se asociaba a esta escarpada perspectiva. Establecía entre ella y él, descubría puntos de analogía tan estrictamente formales que me hacían comprender mejor sus escorzos abruptos caracterizadores de su obra. Su obsesión por el vacío, ¿no procedía de habitar cerca de esta garganta?

Francis Carco.  Printemps d'Espagne (1929)



Rico diamante


Eres la hurí sin ventura
cautiva del Tajo amante,
que a tus plantas suplicante
rendido de amor murmura.
Eres la triste hermosura
esclava, y al par sultana,
la odalisca soberana
en cuya frente hechicera
el recuerdo reverbera
de la invasión musulmana.
Eres el arte oriental
eres una edad pasada
para el presente guardada.
Eres, Toledo imperial,
la ciudad monumental
del arte emporio fecundo,
y al proclamarte me fundo
de España rico diamante
cuyo brillo deslumbrante
se refracta en todo el mundo


Vicente Platel. A Toledo (1881)

Por fuerza noble

En el más dichoso clima
de todos cuantos reparte
el continuo afán de tanto
astronómico certamen,
sobre la cerviz altiva
de siete montes, que atlantes
desvanecidos, pretende
contar al Sol sus celajes,
la esclarecida Ciudad
de Toledo, señor, yace,
segunda Roma, pues es
propia copia de su imagen.
Su principio a Telemón
le atribuyeron variables
autores, a Tubal otros,
de Japhet hijo y más graves
historiadores nos dicen,
que Terencio Nigromante
fue quien principio la dio;
pero en fin, la más probable
autoridad es, señor,
que la fundó el arrogante
desvanecido Nabuco,
que para que le adorasen,
estatua se levantó
de oro, hierro, bronce y jaspe.
En esta Madre de tantos
hijos, que solo a ser nacen
vivo asombro de Mercurio,
dichosa afrenta de Marte,
nací: no quiero decirte
lo común de nobles padres,
porque es superfluo, señor,
cuando todo el Orbe sabe,
que nace por fuerza noble
aquel que en Toledo nace.

Eugenio Gerardo Lobo.  Los mártires de Toledo (1773)









Besos pálidos



El encanto mayor de esta ciudad única consiste en contemplar sus apartados callejones cuando quedan bañados por la luna y los ilumina con su sonrisa melancólica.
Buscando los besos pálidos de esta luz, voy a pasear a los cobertizos; unos pasajes obscuros, enormes, donde todo recato y misterio encuentran asilo seguro. En un pasadizo de esta guisa, se comprende que Mañara viera pasar su propio entierro. La alucinación embota los sentidos. Un rayo mortecino, reflejado en la pared, semeja una tizona desenvainada. El aire trae eco de gemidos y ayes, mezclados en una canción de angustia.

Félix Urabayen. Toledo: Piedad  (1920)




 







Voluntad de belleza

Para disfrutar de una vista de conjunto de Toledo, al caer de la tarde, bajaba yo por el Arrabal, trasponía la puerta del Cambrón y atravesaba el Tajo por el puente de San Martín. A mi derecha está la Vega. Asombra el orgullo con que esta tierra indigente o negligente sostiene su pobre sembradura. Estamos en el país donde la palabra "arrogante" viene siempre a la boca como un cumplimiento. (...) Todo se ahoga en la luz. El paisaje despliega, en lontananza, un color fiero: una niebla verdosa sobre un suelo rojizo. Y encontramos la razón de la pintura española. Esta tierra, despojada, sorprende igual que un Velázquez o que un Greco: el mismo color y la misma soberbia. Todo manifiesta una voluntad implacable de constituir belleza.

Maurice Barrès.  El Greco o el secreto de Toledo  (1913)