Procesión del Corpus


Después de la solemne misa, cantada por la capilla, al no interrumpido repique de campanas y los aturdidores acordes de la potente trompetería de los órganos, se ordenó y se puso en marcha la procesión, encabezada por la Guardia Civil y timbaleros a caballo, vestidos a la federica. Seguíanlos un sinnúmero de cruces, mangas parroquiales precedidas por la de la Catedral, gonfalones y estandartes de gremios y cofradías, siguiendo luego la custodia, alhaja la más estimada y valiosa de la Catedral, mandada labrar por el ínclito Cisneros al maestro Enrique de Arfe, que la terminó en 1524, y pesa diez y siete arrobas, por cuyo motivo es conducida en un fuerte carretón, conveniente y ricamente revestido.

Publio Hurtado Extremadura en Toledo. Impresiones de turista (1920)



San Justo


Hace tres años, sin omitir dispendios de ninguna clase, comenzó el párroco de San Justo, D. Clemente Ballesteros y Bermejo, a separar el yeso que cubría las paredes de la sacristía, creyendo fundadamente que bajo aquella capa existiría algún recuerdo de la época en que se erigió la iglesia, y que corresponde al siglo XIV: en efecto, la forma de las ventanas que dan luz a la sacristía; el pintorrojeado fondo de dos alacenas en que se guardaban los objetos para el servicio del culto, los festones de los arcos, el magnífico artesonado del peraltado techo, todo inducía a pensar que en aquel recinto debía haber trabajos de aquellos alarifes que tantas y tantas joyas artísticas nos legaron.
Bien pronto se vio que las presunciones se realizaban; pero lo cierto es que jamás se supo que apareciera tan bellísima obra como son las filigranadas paredes de aquella sacristía.
Al contemplar desde la puerta la hermosa labor, queda el alma arrobada y atónita, considerando los primores de ornamentación de los muros y no comprendiendo cómo un mal entendido odio de raza pudo llevar su encono a cubrir groseramente las ricas paredes en que verdaderos artistas dejaron muestra perenne de su singular habilidad y talento. (…) Las personas amantes de las artes que a Toledo visiten, no deben dejar la ciudad sin haber visto la sacristía de San Justo.

R. Lorente. Un moderno monumento toledano. Artículo publicado en La Correspondencia de España el 10 de junio de 1895


En áspero cerro


Al presente estoy en Toledo, donde pienso detenerme algunos meses; esta ciudad está situada en un áspero cerro que circunda casi por tres partes el río Tajo; por donde el río no pasa la ciudad es fuerte también, por lo pendiente y difícil de la subida; mas junto a ella, en lo bajo, tiene una llanura que se llama la Vega: pasado el río por todas partes hay riscos y montañas muy ásperos, más elevado que aquel en que está situada la ciudad, de modo que, aún cuando en alto, como la rodean por todas partes montañas más grandes, está como ahogada, y en verano hace en ella grandísimo calor y en el invierno es muy húmeda porque entra poco el sol, y por las contínuas emanaciones del río, porque la Vega está a la parte del Norte. Los montes inmediatos a Toledo son pedregosos y desnudos de árboles y muy ásperos.

Andrea Navagiero  Viaje por España (1563)



Fortaleza en un desierto



Por última vez, la tarde del 12, fuimos a dar una vuelta por la ciudad. ¡Qué conejera forman sus calles y casas e iglesias! Como Fez, de ellas emana el Medioevo: como Lhasa, monjes. Sin embargo, lo que más me impresionó en esta ocasión fue la proximidad de las desnudas y rocosas colinas más allá de la garganta del río. Caminando por los estrechos y retorcidos callejones, uno capta de pronto la visión de una cresta rocosa tan cercana en el límpido aire de la meseta que imagina que es capaz de lanzarle una piedra. Esa dura, pedregosa y seca sierra, sin un asomo de agua en ella, con sus peñascos color hierro, parece como si brotara directamente del extremo de la calle. Toledo, se dice uno a sí mismo— aunque esto no es en absoluto cierto—, es una fortaleza edificada en un desierto.

Gerald Brenan La faz de España (1949)



Rastros de civilización

La ciudad de Toledo es una gran ciudad, una de las metrópolis del "aduha" y una antigua capital (...) Los baluartes, las murallas y las calles de esta ciudad, que muestran aún rastros de civilización, han quedado en el estado en que se encontraban desde la época en que los musulmanes la habitaban. Pero la mayor parte de sus calles son estrechas, sus casas, de construcción musulmana, subsisten aún tal como eran; la misma distribución, las mismas inscripciones árabes esculpidas sobre los techos y sobre las paredes.

Relato de un embajador marroquí  1690-91

Atardecer desde el Alcázar

Hacia el atardecer fui a ver el Alcázar. El nombre sugiere un palacio árabe, pero de árabe no le queda más que el nombre (...) Luego, subimos por una serie de escaleras maltrechas a una de las cuatro torres; el guardián abrió con tenazas y martillo una ventana clavada y me dijo con aire de quien anuncia una maravilla: "¡Mire usted!"
Es un panorama grandioso. La ciudad de Toledo se ve, a vista de pájaro, calle a calle, casa a casa, como se la vería en un plano extendido sobre una mesa; la catedral que se eleva sobre la ciudad, cual desmedido castillo, hace parecer pequeños, como casas de juguete, todos los edificios circundantes; la cúpula coronada de estatuas de San Juan de los Reyes; en otro punto, las almenadas torres de la Puerta Nueva; la plaza de toros; el Tajo que corre a los pies de la ciudad entre dos orillas rocosas; más allá del río, cerca del puente de Alcántara, sobre una escarpada roca, las ruinas del antiguo castillo de San Servando; más allá una verde llanura, rocas, cerros y montes hasta donde alcanza la vista y, en lo alto, en un cielo purísimo, el sol del ocaso que dora los tejados de los viejos edificios y hace brillar el río como una inmensa cinta de plata.

Edmundo de Amicis  España. Diario de viaje de un turista escritor  (1872)








Paraíso de románticos

Toledo, el paraíso terrenal de los románticos y los anticuarios, de los amantes de las baratijas y de las viejas guarniciones, de las esculturas antiguas ocultas bajo el suelo o el encalado de estrechas y sinuosas calles, rampas por donde escalar más que caminar, secciones de muros desconocidos, estilos arquitectónicos como enredados en edificios como los siglos en construcciones inextricables (...)
Las inscripciones de sus monumentos, sucesivamente castellanas, latinas, árabes, hebraicas, proclaman, como ha dicho un escritor patrio, que aquí se encuentra un vasto archivo de recuerdos, un panteón de las glorias y celebridades de España. Así que no es fácil verlo todo.

Leon Godard  España. Costumbres y paisajes, historia y monumentos  (1862)