Dibujada en el aire

Toledo
dibujada en el aire,
corona
dorada
del Tajo,
taller
de la muerte
tela
verde la Asunción
sombría
Bajada del Pozo Amargo,
brille
tu cielo
morado,
pase
suavemente la brisa
rozando
tu silo de siglos.

Blas de Otero. Que trata de España (1964)





Navidad

Como todas las Navidades, propuse a mi mujer alguna variante para celebrar la Nochebuena.
- Algo más que variar la pasta de la sopa o que en vez de pavo sea pato la víctima.
- La cena siempre parecería la misma- me contestó ella-, ¿Por qué no variamos de sitio? ¿Qué te parece que nos vayamos a celebrar el día y la noche a Toledo?
- Vámonos- dije sin presentar objeción o enmienda, y el día señalado salimos temprano y llegamos a Toledo a buena hora para presenciar la ciudad y para darnos cuenta de su tono escarchado.
"Estamos en Toledo", decían nuestros huesos, que saboreaban el refinado frío toledano, preparado, como el mazapán, con ingredientes secretos de otros siglos.
(...)
 A la tarde Toledo tenía ya la escarcha de Nochebuena y las piedras estaban crispadas y arrepeluznadas de sentimentalismo friolento, pensando en la célebre importancia de la noche.
Por las callejas se andaba como por Jesusalén y no nos hubiera extrañado encontrarnos los lugares sagrados de la historia de Jesús.

Ramón Gómez de la Serna. Cena con El Greco (1940)








Calles (III)

Me bajé en una fonda, dejé en una habitación mi maleta y bajé las escaleras a velocidad de vértigo para ir a ver esta extrañísima ciudad. En la puerta, un mozo de la fonda me detuvo y me preguntó sonriendo: ¿Dónde va, caballero?"
"A ver Toledo", respondí.
"¿Solo?"
"Solo. ¿Por qué no?"
"Pero ¿ya ha estado aquí otras veces?"
"Nunca"
"Entonces no puede ir solo"
"Y por qué?"
"Porque se perderá"
"¿Dónde?"
"En cuanto salga"
"¿Y la razón?"
"La razón es esta", respondió mostrándome una pared en la cual colgaba un mapa de Toledo. Me acerqué y vi un barullo de líneas blancas sobre fondo negro que parecía uno de esos arabescos que hacen los chicos en la pizarra para gastar la tiza, por vengarse del maestro.
"No me importa", dije, "quiero ir solo; si me pierdo, ya me encontrarán".
"No dará cien pasos", observó el mozo.

Edmundo de Amicis. España. Diario de viaje de un turista escritor. (1873)






Murallas

Por el norte, por el lado de las llanuras adonde no llega el agua, están las murallas. De esta manera, la ciudad queda circundada por un austero rigor inquebrantable. Esta es la antigua puerta de Visagra, tal como los árabes la levantaron hace doce siglos sobre una fortaleza romana conservada por los reyes visigodos Atanagildo y Leovigildo. Son piedras gigantes que el tiempo no ha suavizado: tres filas de bastiones y de torres. Y en la sombra de la puerta, como un viento de roca, los delicados arcos árabes. Detrás están las calles que en suaves curvas conducen a la ciudad recatada.

Waldo Frank. España Virgen (1926)








Alucinante

Toledo es alucinante por su poder de evocación. Bajo sus arcos poblados de resonancias se experimenta el vértigo, como antes los abismos y las deducciones de la teología. Estas piedras viejas tienen para mí el poder maravilloso del cáñamo índico, cuando dándome la ilusión de que la vida es un espejo que pasamos a lo largo del camino, me muestra en un instante los rostros entrevistos de muchos años. Toledo tiene ese poder místico. Alza las losas de los sepulcros y hace desfilar los fantasmas en una sucesión más angustiosa que la vida.

Valle Inclán. La lámpara maravillosa. (1916)













Alcázar, sueño imposible

Ahora que tanto se habla de turismo, ninfa mía, se me ocurre que Toledo debiera ser uno de los lugares de la Tierra más frecuentados de viajeros y artistas (...) ¡Qué fabuloso número de extranjeros atraería Toledo si el Alcázar fuera convertido en hotel! Esto es un sueño, esto es imposible, pero a mi me gusta lanzarme a la región de las bellas hipótesis. Yo me imagino las salas, las bellas crujías y las grandiosas escaleras de aquel inmenso edificio invadidas por un gentío procedente de todas las partes del mundo. Decía Carlos V que no se sentía emperador sino cuando subía por aquellas escaleras, tan grandes como una catedral. El patio es de suprema elegancia; en el centro se ha colocado, no ha mucho, la estatua de Carlos V, vestido a la romana, encadenando la Herejía. Es obra de Pompeyo Leone.

Benito Pérez Galdós. Memorias de un desmemoriado (1915)








Riente y dulce

Excedió Toledo a cuanto se narró de ella –es ciudad de aspecto riente y dulce—Dios la embelleció rodeando su contorno con el río Tajo y ramos de estrellas.

Ismael Imad ab-Din-Al Ayubi (Abulfeda) . Takaim al boldan (siglo XIII)




Calles (II)

Las calles oscuras, montuosas, están bordeadas por casas altas y macizas de aspecto triste y severo, fuertes como castillos, abiertas por algunas escasas ventanas protegidas por rejas formidables: las entradas anchas están flanqueadas por columnas de granito y coronadas por escudos esculpidos en la piedra; las hojas de las pesadas puertas de roble se encuentran historiadas con enormes clavos de hierro forjado de cabeza de diamante.

Eugene Poitou. Souvenirs d'Espagne. 1869













Acueducto romano

Poco más adelante se encuentran vestigios de un antiguo acueducto que venía por los montes del lado de allá del río, los cuales son más altos que la ciudad, de suerte que no era sólo acueducto, sino también puente. En aquella parte del camino se ven, durante algunas millas, trozos de los canales por donde venía el agua, y en la manera de la fábrica se conoce que son antiguos.

Andrea Navagiero. Viaje por España. 1563









Merece el viaje

Ciudad extraordinaria, ciudad hosca y de alto relieve que merecería para ella sola que se hiciese el viaje a España. Antes de entrar mirad bien cómo está construida. Está alzada en plena claridad, en el sol y el viento, en la cima de una roca redonda. Las pendientes son abruptas por todas partes. El Tajo negro la ciñe en una curva estrecha... Ningún matiz, sino los colores crudos, yuxtapuestos y chocados uno con otro.

René Bazín. Terre d'Espagne, 1895








Hasta la contemplación del ángel...

Es maravilloso pensar que quizá una ciudad tan incomparable como Toledo me resulte afín, porque en modo alguno se resuelve en lo humano, sino que, situada a la manera de un astro, tan sólo como un signo edificado con medios humanos, se alza a través de todas las dimensiones de lo visible, como una aparición que va desde la mirada del animal hasta la contemplación del ángel…

Rainer Maria Rilke. Carta a Eva Cassirer (11-1-1912)



Judíos

Abravanel, Farias o Pinedo
arrojados de España por impía
persecución, conservaban todavía
la llave de una casa de Toledo.

Libres ahora de esperanza y miedo,
miran la llave al declinar el día;
y en el bronce hay ayeres, lejanía,
cansado brillo y sufrimiento quedo.

Hoy que su puerta es polvo, el instrumento
es cifra de la diaspora y el viento,
afin a esa otra llave del Santuario

que alguien lanzo al azul cuando el romano
acometió con fuego temerario,
y que en el cielo recibió una mano.

Jorge Luis Borges. La llave en Salónica





















A la hora del crepúsculo

A la hora del crepúsculo es cuando Toledo, desde la Virgen del Valle, se hace más extraordinaria. Cuando el poderoso soporte granítico de la ciudad se ha fundido en los tintes violetas, los últimos rayos solares, que pasan por encima de la sierra, lo iluminan con un resplandor amarillento, al que algunas sombras se entremezclan. Muy pronto las montañas, que se han ennegrecido, se recortan sobre un cielo rojo que inflama a la ciudad, y luego, extinguiéndose, la abandona a la noche (...) Yo sé, a lo menos, lo que nos dice esta puesta de sol en Toledo; congrega todas las formas, todos los sueños, para hablarnos de una vida verdadera a la cual nos creemos predestinados y que nos falta conquistar…

Maurice Barrès. El Greco o el secreto de Toledo (1913)






Desde San Martín

"Esta vez hemos salido de la ciudad por San Martín, el histórico puente que en los aledaños toledanos devora las dos carreteras clásicas que suben hacia los montes de Toledo rasgando villas ilustres de castizo abolengo (...) Por la hondonada que forman estas dentelladas pétreas discurre congestivamente opulento el padre Tajo, reflejando en sus ondas, como espejos de alinde, la amplia silueta del baño de la Cava, dama enigmática engendradora de todos los romances del derrumbamiento godo".

Félix Urabayen. Serenata lírica a la vieja ciudad.  (1925)


Cerca del Tajo

Cerca del Tajo en soledad amena
de verdes sauces hay una espesura,
toda de yedra revestida y llena,
que por el tronco va hasta la altura,
y así la teje arriba y encadena,
que el sol no halla paso a la verdura;
el agua baña el prado con sonido
alegrando la vista y el oído.

Con tanta mansedumbre el cristalino
Tajo en aquella parte caminaba,
que pudieran los ojos el camino
determinar apenas que llevaba.

Peinando sus cabellos de oro fino,
una ninfa del agua do moraba
la cabeza sacó, y al prado ameno
vido de flores y de sombra lleno.


Garcilaso de la Vega. Égloga III. (1536)









Calles (I)

Hay en Toledo una calle estrecha, torcida y oscura, que guarda tan fielmente la huella de las cien generaciones que en ella han habitado, que habla con tanta elocuencia a los ojos del artista y le revela tantos secretos puntos de afinidad entre las ideas y las costumbres de cada siglo, con la forma y el carácter especial impreso en sus obras más insignificantes, que yo cerraría sus entradas con una barrera, y pondría sobre la barrera un tarjetón con este letrero:
     «En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica.»  

Gustavo Adolfo Bécquer. "Tres fechas"  (1862)


Las Claverías

"Atravesaron la galería cubierta del arco del Arzobispo y entraron en el claustro alto, llamado Las Claverías: cuatro pórticos iguales en longitud a los del claustro bajo, pero desnudos de toda decoración y con un aspecto mísero.(...) El claustro, con sus pórticos bajos, ofrecía el aspecto de cuatro calles, cada una de las cuales sólo tenía una fila de casas. Enfrente estaba la chata columnata sobre cuyas barandillas asomaban sus copas puntiagudas los cipreses del jardín. Por encima del tejado del claustro veíanse las ventanas de la segunda fila de habitaciones, pues casi todas las casas de las Claverías tenías dos pisos.
Era un pueblo que vivía sobre la catedral al nivel de los tejados, y al llegar la noche y cerrarse la escalera de la torre quedaba aislado de la ciudad. La tribu semieclesiástica se procreaba y moría en el corazón de Toledo, sin bajar a sus calles, adherida por tradicional instinto a aquella montaña de piedra blanca y calada, cuyos arcos la servían de refugio. Vivía saturada del olor a incienso y respiraba el perfume especial de moho y hierro viejo de las catedrales, sin más horizonte que las ojivas de enfrente o el campanario, que aplastaba con su mole un pedazo del cielo que se veía desde el claustro alto."

Vicente Blasco Ibáñez. "La catedral" (1903)



Patios (I)

"El patio compensaba, con ventaja para la higiene, a la angustia de la calle estrecha y poco urbanizada, ya que la población tiene de todo menos urbanismo. Eran, pues, volúmenes de aire que al desaparecer los patios no encuentran compensación con calles, parques ni jardines. Las casas eran viviendas de una familia que tenía un hábitat completo y que, al hacerse de pisos, se convierten en colmenas. La pérdida de los patios la creemos un retraso en la habitabilidad de Toledo, sin compensación alguna. Representa, pues, la última fase de un proceso de senilidad de una urbe que volvió la vista atrás ante los problemas urbanísticos y que protesta sin saber, a veces, qué es lo que quiere. El día que se logre totalmente la desaparición de los patios tendremos un conjunto de casas anodinas alineadas en un plexo de calles de una traza de tipo celtíbero. Se perderá la contribución individual que cada casa daba al espacio libre, sin lograrse más que el hacinar a la población en un ámbito inadecuado para lo moderno.

Guillermo Téllez. "La casa toledana" (1978)

 

Desde el Valle

"Es también muy concurrido este lugar porque el cerro inmediato, que domina todos aquellos contornos, suele ser escogido para comidas y meriendas campestres en días de esparcimiento para las familias. Llaman a este elevado pico la Peña del Rey moro, porque es tradición que uno de los caudillos sarracenos que en los primeros años después de reconquistar D. Alonso VI a Toledo vinieron a ver si podían tomarla de nuevo, parece que contemplando desde este sitio la hermosa perspectiva que ofrece la ciudad, dijo y juró no se partiría de allí sin apoderarse de ella o morir en la demanda; y habiendo sucedido esto último, se supone fue enterrado en la concavidad de una peña aislada que está allí socavada en efecto artificialmente a manera de sepultura, aunque no sabemos qué destino haya podido tener, pues la piedra no ha sido nunca movida de aquel agreste sitio: aun hay la coincidencia de que otros dos grandes cantos de bastante diámetro y enorme peso, que se encuentran por algún movimiento natural de terremoto u otra causa ignorada colocados el uno sobre el otro sin liga ninguna, semejan, mirados a cierta distancia y en determinada dirección, la cabeza de un moro ceñida de su turbante."
                                     
Sixto Ramón Parro. "Toledo en la mano" (1857)









Conventos

“He pensado muchas veces que estos conventos esparcidos por el laberíntico y noble caserío toledano, representan la parte esencial y permanente de la ciudad, la transida de universalidad inagotable, precisamente porque son tan de allí, que más que la conciencia de Toledo –la que manifiestan sus palacios y su catedral– son su verdadera subconsciencia.”

Gregorio Marañón. "Elogio y nostalgia de Toledo" (1941)